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  • ENTREVISTA
  • 2 de diciembre de 2019

Entrevista con El Mundo

Entrevista con Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, realizada por Pablo Rodríguez Suanzes el 25 de noviembre de 2019

¿Cómo es su vida en Fráncfort?

Fráncfort es una ciudad agradable, me gusta. El BCE es la institución más importante en el entramado de la Unión Europea, en especial de la zona del euro. La exposición pública es muy diferente a cuando uno está en un Gobierno. Aquí la relación es fundamentalmente con el Parlamento Europeo, mediante audiencias, y con el público vía los discursos. ¿Vivo mejor? Es vivir distinto.

¿Cómo lleva el no poder hablar con la misma libertad de antes?

Puedo seguir hablando normalmente. Sigo asistiendo al Ecofin, la reunión de ministros de economía y finanzas de la UE. De media hacemos un discurso a la semana en diferentes foros sobre cuestiones de política monetaria, económica, estabilidad financiera. Sigo teniendo una cierta relevancia, pero no es política.

¿Lo echa de menos?

No lo echo nada de menos. Estuve seis años. No me aburro en absoluto aquí.

¿Cuándo y por qué decide que quiere intentar ser vicepresidente del BCE?

Quise dejar el Gobierno al acabar la primera legislatura. Hablé con el presidente Mariano Rajoy y comentamos que sería una posibilidad y a mí me atraía muchísimo. Es la institución más importante de la zona del euro, con muchísimo prestigio. Toma decisiones muy relevantes y por tanto era muy, muy atractivo.

¿Cómo explica la llegada de gente como usted o Christine Lagarde, con un perfil diferente al que tradicionalmente han tenido los miembros del Comité Ejecutivo del BCE?

No creo que sea una cuestión predeterminada o premeditada. En el Consejo de Gobierno hay perfiles diferentes y cada uno aporta según su experiencia. Yo aporto un conocimiento de la economía europea, del sistema financiero y el haber tomado decisiones en el momento más delicado de la economía española.

¿Qué papel juega la política en el BCE?

En el Consejo de Gobierno no estamos los 25 miembros siempre de acuerdo, aunque muchas decisiones se toman por unanimidad. Hay quienes consideran que la situación exige más medidas y otros que creen que hemos ido demasiado lejos. Y se busca un consenso. Las decisiones son especialmente democráticas: un gobernador un voto. Pero las votaciones son la excepción, no la regla.

En los últimos meses se han visto reproches públicos muy potentes e inéditos.

Que haya visiones divergentes no me preocupa nada, es sano y es normal porque somos 25. Pero lo que ha ocurrido en los últimos meses no ha ayudado mucho. No ha mermado la efectividad del paquete de medidas de septiembre, porque salió adelante; pero es mucho mejor la unión. Somos una institución colegiada y una vez que se llega a un acuerdo, se tiene que defender por parte de todos. Eso no quiere decir, por ejemplo, que yo estuviera de acuerdo con todos los elementos del paquete, porque no. Pero una vez aprobado, lo defiendo.

¿Está roto el consenso?

No. Es además una de las prioridades fundamentales de la nueva presidenta. Cada uno vamos a tener nuestras visiones sobre la situación y las mejores medidas que tomar, pero una cosa es eso y otra que se hagan públicas las divergencias.

Usted ha coincidido en diferentes foros con Draghi desde 2011. ¿Cómo ha sido este año que han pasado codo con codo?

Mario Draghi pasará a la historia como uno de los padres fundadores del euro, aunque no lo sea en sentido estricto. Ha habido dos etapas en su presidencia: la primera, la de salvar al euro, con el famoso ‘Whatever it takes’. La segunda, la lucha contra la deflación. Son las dos actuaciones principales y en ambas tuvo éxito. Será recordado muy positivamente. Cuando hace en el verano de 2012 su famosa declaración en Londres, se modifica el planteamiento en la zona del euro y enseguida se implementa la Unión Bancaria. Hace cuatro o cinco años, el riesgo de deflación estaba ahí y se lanza el programa de compras de activos, que lo que hace es equiparar al BCE con otros bancos centrales. Mario Draghi ha sido un modernizador de los instrumentos de la política monetaria.

Dicho eso, sus críticos apuntan a que Draghi deja una economía europea dopada, con crecimiento bajo, tipos a cero o la inflación lejísimos de su objetivo.

Pero las razones no son de política monetaria, que ha sido el principal sustento de la recuperación económica y del crecimiento europeo. Se han creado 11 millones de puestos de trabajo y la política monetaria ha tenido mucho que ver. Hay efectos colaterales, pero ese ha sido el principal. El problema que tenemos actualmente es la necesidad de complementar esas decisiones de política monetaria con otros instrumentos.

A veces ha dado la sensación de que usted no se situaba precisamente entre los más devotos de Draghi.

Siempre he apoyado al presidente Draghi.

Pero cuando usted escuchaba que era ‘el’ salvador del euro o el que había salvado a España no le sentaba nada bien.

Bueno, es que tampoco él creía que fuera así. En España nos salvamos nosotros por nuestra cuenta y con ayuda de nuestros socios comunitarios, incluyendo el BCE. Draghi tuvo una aportación fundamental, pero en esto no hay un único salvador. Fueron una serie de circunstancias y un ejercicio de responsabilidad de cada uno en su puesto.

Como vicepresidente, ¿seguirá compareciendo con la presidenta Lagarde?

No tengo ni idea. Supongo que seguirá siendo así. Es una regla no escrita, una tradición. Estas se pueden cambiar, pero también tienen su valor.

Brexit, guerras comerciales y de divisas, tensiones geopolíticas. Y todo con un crecimiento más bajo, tipos cero, planes de estímulo. Cuando estaba en el Gobierno usted bromeaba diciendo que por las noches dormía como un niño: despertándose cada dos horas llorando. ¿Qué tal duerme ahora?

Bien. Muy bien. Lo que pasamos en el año 2012 no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Lo de ahora no tiene nada que ver, entonces estábamos al borde del colapso. La economía española, la italiana, había dudas sobre la integridad del euro, la situación de la banca española era terrorífica y estaba contagiando al Tesoro. Era una situación dramática. Yo creo que no va a haber una recesión en Europa. Es un evento muy poco probable, pero sí me preocupa que tengamos dos o tres años de un crecimiento reducido, por debajo del potencial. Es lo que más me preocupa ahora. Y que ese crecimiento reducido lleve a no cumplir el objetivo de estabilidad de precios. La política monetaria no es la piedra filosofal, no se puede arreglarlo todo con ella. Hacen falta otras políticas.

¿Comparte entonces la llamada de Draghi y Lagarde a los países que tienen margen fiscal, sobre todo Alemania, para que gasten e inviertan más?

Eso sí es importante, pero mi planteamiento va más allá. El sistema que tenemos ahora de políticas fiscales y presupuestarias nacionales, con un conjunto de reglas como el Pacto de estabilidad y crecimiento, no es suficiente. Necesitamos un instrumento fiscal del tenor que fue propuesto por el presidente Emmanuel Macron hace un par de años. Con capacidad de actuación anticíclica y que complemente la política monetaria.

Pero eso, que usted ya pedía como ministro, no lo tenemos y no lo vamos a tener ni en el mejor de los casos antes de cuatro o cinco años. Y sin esa capacidad de fuego.

Nuestra obligación es pedirlo porque tiene sentido. No es una cuestión de posibilismo, sino de realidad. Sería muy importante para el conjunto de la zona del euro y estoy convencido de que más pronto que tarde acabará existiendo.

¿Cómo ve la economía española?

La economía española lo está haciendo bien. Es competitiva, está creciendo por encima de la media y eso es resultado de las reformas de los años 2012, 2013 y del esfuerzo de la sociedad. Lo está haciendo bien, es una realidad. La desaceleración económica le ha afectado, como al conjunto de la zona del euro, pero el crecimiento está en el 2%. ¿Por qué? Hubo saneamiento del sector financiero y ahora es una economía competitiva. Son las dos razones por las que se comporta mejor.

A España no le ha ido nada mal en la fase alcista del ciclo. Pero quizás ahora, en la contraria, se noten más los efectos de no haber hecho reformas estos últimos años, tener Presupuestos prorrogados o haber ajustado déficit con el crecimiento.

Mi recomendación es genérica para el conjunto del euro, no solo España. Si uno tiene deuda próxima al 100% del PIB tiene que reducirla para ser menos vulnerable.

¿Les preocupa la incertidumbre política?

La incertidumbre política es un factor importante porque siempre son necesarios gobiernos estables que puedan tomar medidas. Y eso es una recomendación de Perogrullo. Hace falta estabilidad para hacer las medidas y las políticas adecuadas. Incluido un Presupuesto.

¿Cómo ven aquí en Fráncfort que haya un Presupuesto prorrogado precisamente desde cuando usted todavía era ministro?

España ha continuado reduciendo déficit público. Podría haberse reducido más, pero también menos. Sobre todo hay un elemento fundamental: el crecimiento diferencial. El de la economía española viene ahora de un sector financiero que no genera dudas, como sí ocurría hace cinco o siete años. Y es competitiva. Lo más importante, a diferencia del pasado y otros ciclos expansivos, es que crece sin acumulación de créditos ni burbuja inmobiliaria. Con un crecimiento del crédito que está por debajo del producto interior bruto nominal, y un superávit de cuenta corriente en la balanza de pagos. Mientras sigan ambas cosas, la economía española continuará con un crecimiento mejor que el resto. La recomendación, también válida para Portugal, Grecia o Irlanda o incluso Italia, es esa: estabilidad del sector bancario y los mercados de crédito. Y mantén la competitividad. Así lo haces mejor que la media.

El mensaje público está claro. ¿Hay mensajes más discretos en privado?

No, ninguno, Digo lo mismo en público y en privado.

¿Están agotadas las medidas no convencionales del BCE?

No. Siempre podemos incrementar las compras de bonos o bajar más los tipos de interés, así que no está agotado el arsenal de medidas, en absoluto. Lo que ocurre es que los efectos secundarios son cada vez más evidentes.

Y el retorno de cada una es inferior.

Yo lo miro por los efectos. Pueden ser de muchos tipos. Me preocupa la asunción de riesgos por parte del sector de la gestión de activos. No es directamente por la política monetaria, pero sí por el entorno de tipos bajos. Me preocupa. Los bancos están ahora más capitalizados, tienen más liquidez, son mucho más seguros que hace años. Pero tienen una baja rentabilidad, que es un problema. La supervisión está centralizada y es más adecuada que cuando la hacían las autoridades nacionales. Pero en el caso de gestión de activos, o fondos de inversión, lo que hemos visto es que en este entorno de tipos bajos la estrategia de inversión cada vez es más arriesgada. En el sentido de que son activos que tienen potencialmente más rentabilidad y más riesgos y son más ilíquidos. Y se usa más el apalancamiento, no como en EEUU, pero más que antes. Y este sector tiene una supervisión que no es equiparable a la bancaria. Hay un riesgo. Y si les piden el reembolso de las participaciones tienen que hacerle frente en dos o tres días. Además, veo un riesgo potencial de un desajuste de liquidez. Es lo que más me preocupa en estos momentos. Y aunque tampoco es exactamente un efecto secundario de la política monetaria, porque las razones son estructurales, me preocupa la baja rentabilidad de la banca.

¿Está a favor de cambiar o ampliar el mandato del BCE? ¿O de definir mejor qué es cerca pero por debajo del 2%?

Hay que analizarlo, sí. El BCE estableció su estrategia en 1998 y la reevaluó en 2003, y no es tanto un cambio de mandato, porque está en el Tratado, pero sí la definición de estabilidad de precios. Y cuáles son los elementos para alcanzarla. Yo estoy a favor de abrir la discusión. Aún no la hemos tenido. Lo ha anunciado la presidenta, pero no es algo de uno o dos Consejos de Gobierno, se debe hacer sin prisa pero de forma decidida.

¿Y el ‘dinero helicóptero’? ¿Dar dinero directamente a los ciudadanos?

No, no se ha considerado nunca.

Pero, ¿debería considerarse como lo del mandato?

No, en absoluto.

Se habla mucho ahora de ‘japonización’, de estancamiento secular. Entra en el debate también la demografía y el hecho de tener menos población activa con una productividad menor que antaño. ¿Qué le asusta más?

Desde el punto de vista periodístico la japonización es atractiva pero hay muchas diferencias. La demografía europea no es brillante pero no es comparable. La situación de los bancos aquí es mejor. No hay estallido de una burbuja inmobiliaria como allí. El paralelismo se hace por inflación reducida, tipos bajos y poco crecimiento. Pero las perspectivas son diferentes y no creo que el término sea correcto para la economía europea.

¿Estará completado el EDIS [sistema europeo de garantía de depósitos] cuando deje usted este despacho?

Sí, yo creo que sí, y bastante antes incluso.

Una de las propuestas alemanas para el embrión de la zona euro es limitar la cantidad de deuda soberana en las entidades financieras. España lo vivió muy de cerca, cuando solo entidades nacionales mantenían el ritmo de compra de deuda pública. Le parece razonable?

Es un punto de partida. Completar el EDIS es vital. Pero hay que tomar medidas simultáneas para limitar la generación de riesgos por algunos países. En mi experiencia, con las cajas de ahorro o el Banco Popular, la deuda pública no fue el problema. El problema fundamental fue otro tipo de créditos que generaron problemas de solvencia.

¿El tema de Popular y Villarejo y el BBVA, le afecta?

No comentamos situaciones concretas. Evidentemente, el supervisor único sigue atento a todo lo que pudiera tener repercusión en la estabilidad financiera, pero no hemos visto nada por ahora.

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