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Entrevista con La Vanguardia

Entrevista de Yves Mersch, miembro del Comité Ejecutivo del BCEuropeo, de Beatriz Navarro, enviada especial de La Vanguardia

La resistencia de Tsipras a firmar ha sorprendido a muchos. ¿Es posible llegar a un acuerdo con Grecia?

Pocas veces he visto a Europa tan unida, salvo por un país, en la necesidad de cumplir las reglas. A esos países no les gustaría que todo lo logrado en el pasado, los esfuerzos realizados se vieran frustrados ahora que empiezan a ver sus frutos.

¿No tiene razón Tsipras al pedir un cambio de política? Informes de la UE y el FMI admiten que el impacto del rescate fue mayor de lo esperado en paro, PIB...

En algunos sectores de la economía griega el tamaño del esfuerzo parece mayor que en otros. Sin embargo, en los países bálticos el ajuste ha sido como poco igual al griego. Pero cuanto más te desvías del camino correcto (y este país es el que más se desvió), más difícil es volver a él. Si la presión no hubiera venido de las instituciones, los mercados habrían ejercido incluso más presiones para llevar a cabo el ajuste. Y si no puedes financiarte por ti mismo y recurres al dinero de contribuyentes de otros países, has de demostrar que tus ciudadanos también cumplen con su parte. Esa realidad ha sido más fácil de asumir en unos países que en otros.

¿Es Tsipras el poli bueno, y Varoufakis el malo? ¿Cómo ve los cambios en el equipo negociador?

Yo sólo sé que ambos han sido elegidos en la misma plataforma electoral. Pero están las formas y la sustancia, y a veces la sustancia entra mejor si se mejoran las formas.

¿Sería una buena idea, como sopesa Tsipras, convocar un referéndum sobre las medidas del rescate?

Como banquero central no me corresponde dar consejos a un primer ministro sobre cómo gestionar su democracia.

Papandreu lo intentó y no le dejaron... Mirando atrás, ¿habría sido útil hacerlo en el 2011?

También hay quien dice que si hubiéramos mirado mejor las estadísticas hace algunos años nos habríamos ahorrado todas estas discusiones... Porque ¿dónde empiezas a mirar atrás? La mejor forma de compartir soberanía entre países europeos es respetar las reglas.

En el 2011, preguntado por las consecuencias de una ‘Grexit’ dijo que sería “el caos”. ¿Aún lo cree?

No quiero en este momento entrar en especulaciones. El reloj ha avanzado pero quizás aún podamos llegar a un resultado positivo.

Mucha gente cree que ahora la eurozona podría soportar el golpe.

Mi principal hipótesis de trabajo no es el peor resultado.

Circulan soluciones intermedias, como la emisión de una moneda paralela, ‘pagarés’ (IOU)...

Todas esas medidas pertenecen a la caja de herramientas excepcionales que cualquier gobierno puede considerar si se queda sin otras opciones. Pero todas ellas tienen un coste elevado. Si hacen falta o no es algo que sólo puede determinar el gobierno griego.

¿Ayudaría un ‘corralito’ en Grecia a estabilizar la situación?

Esa es una de las muchas medidas a las que me refería. El Tratado dice que hay libre circulación de capitales pero se podrían autorizar medidas excepcionales. En Chipre esta medida se consideró necesaria, pero es difícil hablar en general. En una situación extraordinaria, cada país tiene que recurrir a medidas excepcionales según su caso.

Hablar de ellas con antelación podría tener efectos negativos en los mercados.

¿Puede Grecia quebrar en la eurozona?

No quiero teorizar con el destino de Grecia. Si se fija en otros ejemplos, ha habido quiebras en Estados Unidos y otras uniones monetarias sin consecuencias políticas. Lo que cuenta es la percepción de la cohesión política y la voluntad de permanecer juntos de los países europeos. Cuanto más se vea la eurozona como una mera cooperación entre Estados soberanos, menos puedes concebir que vaya a hacer el esfuerzo extra necesario para seguir unidos. Y cuanto más creas que el euro es más que un mercado único, más creerás que estamos dispuestos a defenderlo por todos los medios. Los mercados han subestimado enormemente la voluntad política de salvar el euro.

El BCE tiene la llave de la crisis griega. Si saca a su banca de la provisión de liquidez de emergencia la situación cambiaría totalmente.

No es cierto que seamos el principal actor de la crisis. Además, la provisión de liquidez de emergencia (ELA) es competencia nacional siempre que el Consejo de Gobierno no se oponga por mayoría de dos tercios. Los países no son una puerta con una sola llave. Hay varias llaves y el BCE sólo tiene una de ellas, muy pequeña y siempre se usa según las normas de la casa que cuelgan en la puerta. Cuando entras ya sabes a qué atenerte.

El programa de expansión cuantitativa ha tenido efectos inmediatos sobre bonos, acciones... Hay quien teme que se esté gestando una burbuja, que no se estén midiendo bien los riesgos a la hora de conceder créditos...

Todo lo que se diga sobre una medida tan poco convencional como esta tiene algo de verdad. Pero a veces hay que asumir riesgos y recurrir a medidas así, que pueden tener consecuencias poco afortunadas. Pero hay herramientas para responder (supervisión bancaria, resolución, impuestos...) y así también se está reforzando adicionalmente la arquitectura europea. El ‘QE’ ha sido la reacción adecuada a una situación extraordinariamente arriesgada que no habíamos visto en varias generaciones.

¿Cómo ve la situación en España? Su previsión de crecimiento es de las más altas de la UE pero ¿cabe ponerla de ejemplo con tasas de paro y deuda tan altas?

Existen muchos modelos: Irlanda es uno, España también... El empleo es un indicador que va con retraso. Además, ahora las cifras de paro, en especial el juvenil, están ya por debajo de cuando se pidió el rescate bancario. Sí, están por encima de las del 2008, pero todavía recuerdo las tasas de hace 20 años, así que todo es relativo. Siempre han sido más altas que en el resto de la UE, incluso los años del boom. Pero creo que la mentalidad en España ha cambiado. La capacidad para reconocer la realidad y ajustarse demuestra que es una democracia madura. Ese es el tipo de cemento que necesitamos para tener una unión monetaria.

España se siente poco representada en la UE en especial desde que usted en el 2012 se hizo con la silla rotatoria del Comité Ejecutivo del BCE que ocupaba desde su creación. ¿Cree que, dado su peso demográfico y económico, debe corregirse esa situación?

Los pasaportes deberían tener un papel menor en la representación europea, en especial para instituciones supranacionales como el BCE. Las cuotas son inapropiadas. Al entrar en la sala de reuniones del Consejo de Gobierno del BCE dejamos el pasaporte en el guardarropa. El Tratado sólo pone como condiciones la competencia y la reputación. Otra cosa son, sin embargo, las instituciones intergubernamentales donde los nombramientos son fruto de una distribución.

¿De Guindos en el Eurogrupo?

El BCE no vota. En lo que coincido es en que convertir la presidencia del Eurogrupo en un puesto permanente podría reforzar la arquitectura institucional de la zona euro.

¿Cómo afectaría la hipotética independencia de Cataluña a su relación con el BCE?

En el BCE nos movemos por reglas, por los tratados. Se observarían estrictamente las disposiciones legales, no se haría nada que no fuera legal.

¿Cuáles serían las condiciones para obtener una silla en el BCE?

Eso es política ficción, o no, no lo sé. Pero el BCE sólo reacciona a hechos, no a hipótesis. Si se ampliara el número de países de la eurozona lo respetaríamos, pero no habría ningún atajo que no esté previsto en el Tratado.

La Comisión Europea ha abierto una investigación a España y varios países más por el uso de los DTA (Deferred tax assets) en el sector bancario, una figura con la que el BCE fue muy crítico cuando tuvo que evaluarla durante los tests de estrés a la banca.

Hay cuatro países que recurrieron más a fondo a estas medidas y la legislación que adoptaron varía de unos a otros. Creo que cada esquema debe ser evaluado por separado, en su contexto. Personalmente no me gusta dar la impresión de que la capacidad de absorción de pérdidas de un balance es mayor de la que es en realidad. Pero en algunos casos creo que algunos créditos fiscales (‘tax claims’) pueden ser de mayor valor y más líquidos que en otros. En otros países, las dudas sobre la situación del sector público pueden ser mayores y cabe cuestionar si esos créditos fiscales son realmente líquidos o tienen capacidad de absorber perdidas en tiempo real. Porque si lo que quieres es que sean aceptados como activos líquidos, deben estar disponibles de forma inmediata. Y en este sentido, llámeme anticuado, pero creo que el dinero en metálico es la mejor forma de capital.

¿Dónde estaría España en ese espectro que describe?

La Comisión Europea lo dirá en su evaluación desde el punto de vista de las ayudas de Estado. En nuestra evaluación global del año pasado no fuimos muy entusiastas con esta figura, pero al final la aceptamos por motivos jurídicos. Pero lo importante para mí es tener una situación de igualdad de trato y, en este sentido, cualquier clarificación legal que pueda llegar como consecuencia de la opinión de la CE será bienvenido.

El gobierno de España dice que se diseñaron en coordinación con las instituciones de la UE, ya que estábamos bajo el programa de asistencia financiera para la banca, y se muestra más bien tranquilo.

Es lo que digo, que hay que ver cómo se hizo, para qué situación y cuál es la situación de liquidez real, que dependerá de la liquidez del gobierno, los ingresos fiscales... Y allí hay construcciones fiscales muy diferentes. En algunos países hay créditos fiscales, en otros hay activos... Son dos ‘animales’ distintos. Hay cosas que pudieron estar bien en una situación determinada, pero cuando esa situación pasa, la cuestión es si cabe utilizar ese instrumento de forma permanente. Es como nuestras medidas monetarias no convencionales: cuando termine la crisis, habrá gente que dirá que por qué no seguimos, porque está muy bien que compremos bonos de deuda pública... Y les gustaría que fuera un instrumento permanente, pero eso traicionaría la intención inicial. Lo mismo se aplica a algunos de estos instrumentos que se diseñaron durante la crisis y que estaban pensados como parte del programa, pero, en mi opinión, no para convertirse en permanentes.

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