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La situación actual de la economía europea

Discurso de José Manuel González-Páramo,
Miembro del Comité Ejecutivo y del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo
Banco de España
Madrid, 21 de febrero de 2005

Señoras y señores,

Permítanme comenzar mi intervención agradeciendo al Colegio de Economistas, mi colegio, y al Banco de España, que siempre consideraré mi casa, la organización de este acto de homenaje al profesor Domingo Solans y la oportunidad que me ofrecen de participar en él.

Mis primeras palabras tienen que dirigirse, como no puede ser de otra forma, a la memoria del profesor Domingo Solans. Conocí al profesor Domingo hace más de veinte años, recién iniciada mi carrera universitaria. Desde entonces Eugenio representó para mí un ejemplo, ofreciéndome siempre sus consejos desinteresados y, sobre todo, su amistad.

En Cataluña, su lugar de origen, utilizan la palabra “seny” para rendir homenaje a las personas con sentido común y disposición para alcanzar consensos. Ésta, junto a su cordialidad, es quizás la mejor descripción de lo que el profesor Domingo representaba para muchos de nosotros. Quienes tuvimos la fortuna de conocerle y, en mi caso, de seguir sus pasos, no podemos sino encontrar en la evocación de su persona un estímulo y un reto diarios.

Con este recuerdo entre nosotros, quisiera compartir hoy con ustedes algunas breves reflexiones sobre la situación económica y los retos de medio plazo del área del euro.

La situación económica del área del euro

Comenzando con la situación económica, los últimos datos provisionales proporcionados por Eurostat la semana pasada relativos a la evolución de la actividad económica en el área del euro en el último trimestre de 2004 han mostrado un crecimiento intertrimestral del 0,2%, lo que representa una ligera desaceleración, probablemente transitoria, respecto al crecimiento moderado observado en el tercer trimestre de 2004. Aunque no se dispone todavía de información sobre la composición de este dato de crecimiento, los indicadores disponibles sugieren un comportamiento negativo de la variación de existencias tras la fuerte acumulación de inventarios del tercer trimestre, mientras que la evolución del consumo privado podría haber sido algo mejor de lo esperado.

Por lo que respecta a los precios de consumo, la tasa de inflación interanual medida por el IAPC se incrementó hasta el 2,4% en diciembre, desde el 2,2% registrado en noviembre. Más recientemente, aunque aún no se dispone de los datos definitivos correspondientes a enero, según la primera estimación de Eurostat la tasa de inflación habría descendido con respecto a la de diciembre hasta el 2,1% interanual.

A partir de estos datos e indicadores, ¿cuáles son las perspectivas de la economía europea de cara al futuro?

El análisis del Banco Central Europeo permite concluir que se mantienen las condiciones para que el crecimiento prosiga su recuperación y se consolide en el curso del año. De un lado, la solidez del crecimiento mundial se mantiene, bien que algo moderada respecto del vigor mostrado en 2004, proporcionando un entorno favorable a las exportaciones de la zona del euro. De otro, en el ámbito interno, se espera que la inversión continúe beneficiándose de unas condiciones de financiación muy favorables, de la mejora de los beneficios y de una mayor eficiencia de las empresas, derivada de los procesos de reestructuración que vienen desarrollándose.

Como en cualquier valoración del medio plazo, estas perspectivas están rodeadas de algunas incertidumbres. En particular, existen riesgos para el escenario de crecimiento que se derivan fundamentalmente de los elevados precios del petróleo, su volatilidad y la persistencia de los desequilibrios mundiales. En el ámbito interno, el mantenimiento de la incertidumbre existente sobre la evolución del empleo, y sobre el alcance y el ritmo de las reformas fiscales y estructurales, podría seguir afectando a las expectativas del sector privado en cuanto al crecimiento futuro de la renta real disponible.

En el frente de la inflación, es posible que durante los próximos meses la volatilidad de la tasa interanual persista, como reflejo, en particular, de la evolución de los precios del petróleo. En un horizonte más amplio, sin embargo, sobre la base de la información hoy disponible, cabe esperar que la tasa de inflación se sitúe por debajo del 2% en el curso del 2005, siempre que no se produzcan nuevas perturbaciones.

En la presente coyuntura, la evidencia no sugiere que se estén acumulando mayores presiones inflacionistas internas. En los últimos trimestres la moderación salarial se ha mantenido, tendencia que debería proseguir en el futuro, en un contexto de crecimiento económico moderado y de debilidad de los mercados de trabajo.

Sin embargo, es preciso subrayar diversos riesgos alcistas para la estabilidad de precios. De un lado, el comportamiento de los precios del petróleo constituye un motivo de preocupación, así como también la posibilidad de que los efectos de segunda ronda en la fijación de salarios y precios arraiguen en la economía. De otra parte, el comportamiento de los impuestos indirectos y de los precios administrados ha jugado un papel no desdeñable en la evolución de la inflación en los últimos meses, y debe ser, por tanto, objeto de un atento seguimiento, sobre todo en un contexto en el que algunos países pueden tener dificultades en alcanzar sus objetivos presupuestarios.

En un horizonte de medio y largo plazo, los datos monetarios más recientes han confirmado la intensificación del crecimiento de M3, observada desde mediados del 2004, que es el reflejo progresivo del efecto estimulante de los tipos de interés de la zona del euro, situados en niveles históricamente bajos. Este factor constituye claramente un riesgo para la estabilidad de precios a medio plazo.

Hoy no cabe duda alguna de que el nivel excepcionalmente reducido de los tipos de interés está estimulando la demanda de crédito. El crecimiento de los préstamos a sociedades no financieras se ha acelerado en los últimos meses. Además, la demanda de préstamos para la adquisición de vivienda ha seguido siendo intensa, factor que no puede ser ajeno a la evolución alcista de los precios de la vivienda en diversas regiones de la zona del euro. La holgada liquidez existente, junto con el fuerte crecimiento del crédito, podría alimentar una subida no sostenible de los precios de los mercados inmobiliarios en algunas regiones de la zona del euro, riesgo a medio plazo que demanda estrecha vigilancia.

En síntesis, nuestra visión sigue contemplando un escenario de recuperación del crecimiento del área del euro, aunque con ciertos riesgos a la baja, mientras que en el caso de las presiones inflacionistas, aunque en la actualidad contenidas, se mantienen los riesgos alcistas para la estabilidad de precios a medio plazo.

Los retos pendientes

Más allá del análisis de la evolución coyuntural, las dificultades en el crecimiento económico a las que en los últimos tres años se ha enfrentado la economía de la zona del euro, pese a las favorables condiciones de financiación existentes, ponen de relieve la persistencia de distintos problemas estructurales sobre los cuales me gustaría detenerme brevemente.

En el patrón de crecimiento de la zona del euro en los últimos años destaca, por encima de todos los demás elementos, la reducida aportación de la productividad. En el período 1996-2003 cerca de dos tercios del diferencial existente entre el crecimiento de los Estados Unidos y el del conjunto de la zona del euro se pueden atribuir a diferencias en la evolución de la productividad del trabajo.

Por el contrario, la utilización del factor trabajo contribuyó al crecimiento del producto en el área del euro en mayor medida que en el caso de los Estado Unidos. Pese a ello, el nivel de utilización del factor trabajo sigue siendo más reducido, como consecuencia de unas menores tasas de participación, en particular en el caso de las mujeres y de las personas mayores, una tasa de desempleo más elevada y un número de horas trabajadas por empleado también inferior.

En relación con el tercer determinante del crecimiento económico en el largo plazo, la población, esta variable ha crecido en los EE.UU., desde mitad de los noventa, a un ritmo cuatro veces superior del observado en el área del euro. Un diferencial que ha sido incluso mayor si se toma como referencia la población en edad de trabajar, y que está claramente relacionado con el hecho de que Europa está sufriendo en mayor medida el efecto del envejecimiento de la población.

Dado este patrón de crecimiento, cabe preguntarse qué medidas de política económica deberían aplicarse para aumentar el producto potencial del área del euro en el medio plazo.

La respuesta no es, desde luego, sencilla, especialmente si recordamos la evolución previsible del factor demográfico. En efecto, de acuerdo con todas las proyecciones disponibles la tasa de dependencia se duplicará hasta el 2050, lo cual generará no sólo problemas de sostenibilidad de los sistemas de bienestar social, sino que también afectará negativamente al crecimiento del producto potencial en Europa.

Transformar este escenario en uno más brillante hace ineludible acometer reformas estructurales ambiciosas destinadas a incrementar tanto la utilización del factor trabajo como la productividad laboral. Sólo así se podrá modificar el patrón de crecimiento más reciente, se materializarán completamente los efectos positivos de la ampliación de la Unión Europea, y se minimizará el impacto del envejecimiento demográfico.

La necesidad de aplicar reformas estructurales ha sido reconocida desde hace tiempo por los responsables de la política económica de la Unión Europea, y particularmente por el Consejo Europeo al adoptar hace cuatro años la estrategia de Lisboa. Con posterioridad, el informe elaborado por el Grupo de Alto Nivel presidido por Wim Kok realizó una evaluación de la estrategia y confirmó la necesidad de aplicar reformas estructurales dirigidas a fomentar el empleo y el crecimiento potencial. El informe, avalado por el Consejo ECOFIN, expresa un llamamiento urgente para renovar el ímpetu y redefinir los objetivos de la estrategia de Lisboa, y propone un mayor compromiso por parte de los gobiernos para acelerar las reformas.

Como en tantas cuestiones de política económica –que es sobre todo economía política en materia de reforma estructural- el reto es pasar de las musas al teatro. En términos más concretos ¿a qué tipo de reformas hacemos referencia cuando hablamos de reformas estructurales?

En primer lugar, la mejora la productividad del trabajo requiere la adopción de medidas dirigidas a incentivar la inversión en I+D y en capital humano, y a incrementar la productividad total de los factores, lo cual depende, a su vez, de una asignación más eficiente de los recursos disponibles y del progreso tecnológico.

El marco regulatorio desempeña también un papel fundamental a la hora de establecer las condiciones favorables para el crecimiento. A este respecto, la eliminación de las barreras a la competencia que subsisten, tanto a escala nacional como de la Unión Europea, se podría traducir en incrementos significativos de la productividad.

En lo que hace al fomento de la utilización del factor trabajo, se requiere reformas de los sistemas de prestaciones sociales, en particular los relativos a la protección por desempleo y los esquemas de jubilación anticipada, y una revisión de los sistemas impositivos, pues se han convertido en muchos casos en un serio obstáculo para la participación laboral. Del mismo modo, los mercados de trabajo europeos siguen manteniendo rigideces en los procesos de fijación de salarios y de ajuste del empleo, que reducen su eficiencia. La negociación salarial debería dar como resultado una evolución de los salarios adecuada a las condiciones de la economía, así como un grado de diferenciación salarial que refleje adecuadamente las diferencias de productividad de carácter regional y sectorial. Asimismo, deberían aplicarse políticas dirigidas a mejorar la adecuación de los trabajadores a los puestos de trabajo, es decir, a la inversión en educación, aprendizaje y formación permanente.

En esta estrategia ¿qué papel deben jugar las políticas macroeconómicas?

La experiencia de los países desarrollados en las últimas décadas demuestra claramente que la estabilidad macroeconómica, esto es, disciplina fiscal unida a una política monetaria dirigida al logro de la estabilidad de precios, es imprescindible para favorecer un crecimiento económico sostenido. Esta es, por tanto, la mejor orientación que pueden seguir en el futuro las políticas fiscales y monetarias en Europa.

En el caso de la política fiscal, la sólida evidencia acerca de la existencia de sesgos deficitarios en las políticas fiscales domésticas, así como la necesidad de dotarse de instrumentos de protección contra externalidades fiscales entre países dentro de la Unión Monetaria, llevaron a las autoridades europeas a firmar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Y hoy es preciso recordar que sin las reglas fiscales del Pacto, los países del área del euro nunca habrían acordado la creación de una moneda común.

La realidad de los últimos años muestra, sin embargo, que, a pesar de que algunos países han logrado mantener situaciones presupuestarias saneadas, en otros la situación se ha deteriorado, y los procedimientos previstos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento con el fin de prevenir y corregir los déficit excesivos no siempre se han respetado.

Esta falta de cumplimiento ha llevado a cuestionar la eficacia de las reglas fiscales de la Unión Económica y Monetaria, dando origen a un intenso debate sobre su idoneidad y la necesidad de su reforma. La opinión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo es bien conocida: las normas vigentes, contenidas en el Tratado de Maastricht y en la legislación secundaria, son apropiadas en su redacción actual. Al mismo tiempo, no obstante, la experiencia muestra que la aplicación del Pacto debe ser mejorada, especialmente en su brazo preventivo.

No se puede afirmar que las reglas fiscales existentes en la actualidad sean el origen de los problemas fiscales que han aparecido en algunos países. Más bien, es la falta de aplicación de estas reglas la raíz del problema. En particular, hemos comprobado que resulta difícil evitar que las autoridades dediquen a gastos adicionales los márgenes presupuestarios que surgen durante las fases alcistas del ciclo. Hemos tenido constancia también del escaso compromiso político con los procedimientos previstos. Es en este campo, en el de la aplicación del Pacto, en donde deberían centrarse los esfuerzos de mejora.

En este sentido, necesitamos reflexionar en mayor medida sobre la gobernanza del Pacto y los incentivos al cumplimiento de las reglas, tanto a nivel europeo como nacional, si queremos que la aplicación del Pacto mejore de forma significativa. Las estructuras de gobernanza deben ofrecer incentivos adecuados para que las autoridades e instituciones concernidas, nacionales y europeas, interactúen en una forma que se asegure la disciplina fiscal. La definición de las responsabilidades y la rendición de cuentas deben ser claras.

Y, sobre todo, debe existir un firme compromiso político de cumplir con las reglas y de aplicar los procedimientos de una manera estricta y puntual. Sólo entonces la política fiscal del área del euro podrá convertirse en un motor de la mejora de los niveles de empleo y bienestar.

En cuanto a la política monetaria, ¿cuál debe ser su papel?

En sus seis años de vida la política monetaria del área del euro ha sido capaz de mantener la estabilidad de precios, haciendo de esta forma su mejor contribución a un crecimiento sostenido. Si analizamos la situación actual, nos encontramos con unos niveles de tipos de interés históricamente bajos tanto en términos nominales como reales, que no pueden calificarse, en modo alguno, como obstaculizadores del crecimiento económico.

El hecho de que la Constitución Europea, respaldada ayer en referéndum por los ciudadanos españoles, confirme la estructura institucional del BCE y del Eurosistema, caracterizada por la independencia política, la personalidad jurídica propia y las facultades reguladoras, y su objetivo primordial, el mantenimiento de la estabilidad de precios, es, sin duda, un claro reconocimiento del éxito del marco monetario vigente. Se trata de un logro que no debería subestimarse, teniendo en cuenta que el BCE no contaba con un historial propio de credibilidad cuando comenzó su andadura.

De cara al futuro, los bancos centrales nacionales del Eurosistema y el BCE se enfrentan a los retos de mantener la confianza en la política monetaria del área, así como de reforzar la transparencia y la comunicación sobre su conducta y objetivos.

Dicho esto, no puede haber lugar para la autocomplacencia si se contempla la política monetaria con amplitud de miras. A este respecto, me permitiré poner fin a esta intervención uniéndome a unas palabras del profesor Domingo Solans, pronunciadas en su última intervención como miembro del Comité Ejecutivo y del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, precisamente en el Colegio de Economistas de Madrid. Decía el profesor Domingo que “aunque el Banco Central Europeo haya hecho lo que está en su mano por el crecimiento económico en la Euroárea, ello no nos permite quedar satisfechos. Somos una parte del equipo económico europeo y, aunque nosotros hayamos jugado bien, si el resultado del equipo no es del todo bueno, debemos asumir la responsabilidad que nos corresponde. En el mejor de los casos, no habremos sido lo suficientemente persuasivos para convencer a las autoridades nacionales de llevar a efecto las políticas económicas que Europa necesita en materia de política fiscal y política de oferta”. Ese es también mi sentimiento.

Muchas gracias.

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