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La experiencia internacional en el manejo de la política monetaria: casos exitosos

Eugenio Domingo Solans, Miembro del Consejo de Gobierno y del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo. En representación de Eugenio Domingo Solans la ponencia fue dada por Gabriel Quirós Romero, Asesor del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo. Ponencia presentada al II Congreso Latinoamericano de Tesorería. Cartagena de Indias (Colombia), 27 de noviembre del 2003.

I. INTRODUCCIÓN

Tras el obligado, aunque sentido, capítulo de agradecimientos por la invitación a participar en este Congreso, quiero apresurarme a decir que el título de mi ponencia ha sido elegido por la organización y no, como frecuentemente ocurre, por el ponente. Quiero significar con esta observación que el adjetivo "exitoso" con el que implícitamente se califica en el título a la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) no ha sido idea mía. No porque no piense que la política monetaria sea exitosa, sino porque como corresponsable de la misma entiendo que no debo ser yo quien la juzgue. El papel que quiero y debo jugar en los próximos minutos es el de abogado defensor de la política monetaria del BCE; el veredicto final corresponde dictarlo a los mercados y al público europeo, que es en definitiva el beneficiario de la política monetaria de su banco central. Guste o no, los jueces inapelables de los asuntos económicos son los mercados y el público.

Voy a tratar, por tanto, en los próximos minutos de demostrar que la organización tiene razón, que el BCE puede considerarse un caso exitoso de política monetaria, para lo cual explicaré cómo y porqué hacemos la política monetaria que hacemos.

II. INSTITUCIONES, PRINCIPIOS Y FÓRMULAS DE ACTUACIÓN DEL BCE

La responsabilidad de un banco central es la defensa de la moneda. El euro, nuestra moneda, es estable y fuerte. Toda moneda tiene detrás una institución que la administra. El Tratado de Maastricht, en su artículo 4A, crea, a tal fin, el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) y el BCE. El SEBC está constituido por el BCE y por los quince bancos centrales nacionales (BCN) de los países de la Unión Europea, hayan o no adoptado el euro. El Eurosistema – término práctico que no se encuentra en el Tratado – está constituido por el BCE y por los doce BCN del área del euro. El BCE es la institución central del Eurosistema y del SEBC. Las relaciones entre el BCE y los BCN están basadas en los principios de descentralización y subsidiariedad. Como regla muy general, y por lo tanto no exenta de excepciones, puede decirse que en el BCE se formulan las decisiones en relación con la política monetaria del euro y demás funciones del Eurosistema, mientras que los BCN las llevan a efecto. El BCE debe también garantizar que se cumplan eficazmente las funciones encomendadas al Eurosistema por el Tratado, es decir lleva a cabo una labor de coordinación y control. Aunque todavía es un banco central nuevo, lo cierto es que el engranaje del Eurosistema funciona bien. Hay que subrayar que ello es así porque los miembros del Consejo de Gobierno del BCE, el supremo órgano de decisión del Eurosistema, formado por los Gobernadores de los BCN y los seis miembros del Directorio, razonan y deciden teniendo en cuenta la realidad de toda el área del euro, conscientes de que gobiernan una institución supranacional y no internacional ni mucho menos intergubernamental. El buen hacer del Presidente del BCE es otro factor que explica que el engranaje del Eurosistema funcione sin roces.

El Eurosistema no es sólo una institución nueva sino también distinta a las ya existentes de su misma clase. Más que nuevo, el Eurosistema es novedoso, constituye una novedad. Ello le hace, literalmente, único e incomparable y por lo tanto difícil de comprender y de valorar. De ahí que no resulte ocioso repetir los principios y pautas de conducta que caracterizan al Banco Central Europeo y al Eurosistema.

En primer lugar, eficiencia. Eficiencia en el cumplimiento de los objetivos de la política monetaria establecidos en el Tratado, principalmente estabilidad de precios, pero también apoyo a las políticas económicas generales de la Unión, así como eficiencia en el desempeño de las demás funciones del Eurosistema: operaciones de divisas, gestión de reservas, política de tipo de cambio, sistemas de pagos, billetes de banco, estadísticas, estabilidad financiera, contribución a la supervisión prudencial, todo ello, lógicamente, en el ámbito competencial determinado en el Tratado.

En segundo lugar, independencia. El Eurosistema es una institución independiente, dirigida por unos banqueros centrales independientes. La independencia es la respuesta que el Eurosistema ha dado a la "tentación inflacionista", es decir al sesgo de acomodar la política monetaria a la política sin adjetivos. Pero independencia no significa ni aislamiento, ni opacidad ni ausencia de control democrático.

Por ello, en tercer lugar, el Eurosistema coopera con las autoridades responsables de la toma de decisiones económicas en otros ámbitos distintos al de la política monetaria y, sin perjuicio de la independencia, existe una ósmosis entre el BCE y foros y órganos como el ECOFIN, el Eurogrupo, la Comisión Europea y el Comité Económico y Financiero, de acuerdo con lo establecido en el Tratado.

En cuarto lugar, el BCE es un banco central transparente. Explicar al público y a los mercados las medidas de política monetaria y, en general, la actividad de la institución es algo necesario en un banco central de nueva creación para ganarse la credibilidad y la confianza de los agentes económicos. No se trata sólo de ser entendido sino también de ser efectivo, en la medida en que la transparencia es un requisito económico para aumentar la eficiencia de la política monetaria.

Finalmente, en quinto lugar, como requisito político, el BCE responde del cumplimiento de sus fines y en general de sus actuaciones ante el Parlamento Europeo, ante el que todos los miembros del Directorio comparecen cuando son requeridos o a petición propia, lo que se complementa con contactos informales con parlamentarios europeos en Bruselas, Estrasburgo o Francfort.

Eficiencia, independencia y, como reverso de la moneda de la independencia, cooperación, transparencia y rendición de cuentas son principios que se interrelacionan en un doble sentido: por una parte complementándose y potenciándose pero, al mismo tiempo, limitándose entre sí y por tanto demandando fórmulas de compromiso entre ellos. Así, por ejemplo, la independencia es un requisito para la eficiencia y, al mismo tiempo, limita el ámbito de la cooperación, que no en todos los casos puede convertirse en coordinación, y permite excluir de la rendición de cuentas a instituciones distintas del Parlamento Europeo. La transparencia, a su vez, complementa a la rendición de cuentas: aquélla opera en tiempo real mientras que ésta se ejerce ex post, aquélla es un requisito económico, mientras que ésta es una condición política. La transparencia encuentra un límite en la eficiencia, en el sentido de que la información que debe facilitar el BCE no debe regirse por la regla de "cuanto más, mejor": dar demasiada información de forma desordenada, desviar la atención de lo sustantivo a detalles o cuestiones de procedimiento irrelevantes o conceder más atención a las personas que toman las decisiones que al contenido de dichas decisiones no constituirían prácticas de buena comunicación. En banca central, como en cualquier otra institución, la transparencia tropieza con la eficiencia cuando una determinada información puede perjudicar a la institución y a sus fines: en tal caso, sencillamente, hay que guardar silencio.

III. EL OBJETIVO PRINCIPAL DE LA ESTABILIDAD DE PRECIOS

La política monetaria del BCE es exitosa, ante todo y sobre todo, porque cumple con el objetivo principal que el pueblo europeo, a través del Tratado de la Unión Europea o de Maastricht, ha encomendado a su banco central: mantener la estabilidad de precios. Ningún banco central ni ninguna política monetaria pueden considerarse exitosos si no satisfacen el objetivo de mantener la inflación baja. El BCE entiende que este objetivo de estabilidad de precios se cumple si la inflación interanual en el área del euro se sitúa en una perspectiva a medio plazo por debajo pero cerca del 2%, medida por el Indice Armonizado de Precios al Consumo (IAPC) que mensualmente publica Eurostat, la oficina de estadísticas de la Comisión Europea.

En el momento presente, la tasa anual de inflación de la euroárea es exactamente del 2%, es decir está una décima por encima de la definición cuantitativa de estabilidad que el propio BCE estableció en otoño de 1998. Esta décima que nos "separa" del pleno cumplimiento del objetivo de inflación obedece a factores puntuales y no tendenciales, exógenos a la política monetaria, concretamente al incremento de precios que determinados productos alimenticios han registrado como consecuencia de las adversas condiciones climáticas reinantes en Europa durante el pasado verano. En el BCE confiamos que en una perspectiva a medio plazo como la que contempla nuestra definición de estabilidad, el IAPC se sitúe por debajo pero cerca del 2%, en una clara tendencia en línea con el objetivo principal de la política monetaria. Y lo que es al menos igualmente importante, las expectativas inflacionistas de los agentes económicos se han situado siempre por debajo del 2%, lo que refleja la credibilidad del público en el propio BCE.

Llegados a este punto, quisiera destacar el hecho de que el BCE, por razones de transparencia y de rendición de cuentas, prefirió establecer una definición cuantitativa de estabilidad y no sólo, como otros bancos centrales, comprometerse con un concepto cualitativo de estabilidad referido a la ausencia de distorsiones debidas a la inflación, o a la no necesidad de proceder a indiciaciones generalizadas de las variables económicas o, finalmente, definir la estabilidad como aquel estado de la economía en la que las decisiones de los agentes económicos no se ven significativamente influidas por la inflación.

Nuestra definición cuantitativa de estabilidad de precios es, además, exigente: menos del 2% de inflación anual. Ello permitió desde el primer momento disipar posibles expectativas inflacionistas de los agentes económicos y dar por parte del BCE una clara señal de firme compromiso en favor de la estabilidad de precios. Pienso que fue una buena decisión para empezar a cimentar la credibilidad del BCE y la confianza en nuestra moneda, el euro.

Pienso que merece la pena dedicar unos minutos a destacar la importancia que la estabilidad de precios tiene para cualquier economía. Si no hay estabilidad de precios, no puede haber una asignación de recursos económicos eficiente. En tal caso, el mercado emite desde sus semáforos, que son los precios, unas señales equivocadas que, por lo tanto, desorientan la acción de los agentes económicos. La estabilidad es un prerequisito para la eficiencia económica. Si los semáforos no están bien sincronizados, si emiten señales equivocadas, el tráfico no es fluido. Los semáforos de los mercados son los precios que, en un escenario de inestabilidad, están descoordinados, emiten señales equivocadas e inducen a la toma de decisiones erróneas. Para que la inflación sea perjudicial para la asignación de recursos no hace falta llegar a la hiperinflación. Una inflación del orden del 5% ya implica una prima de riesgo en los tipos de interés que perjudican la inversión, el crecimiento y el empleo. Una inflación aunque sólo sea del orden del 5% constituye un gravamen inadecuado de los rendimientos y del capital, con la correspondiente distorsión que ello implica. Una inflación moderada obliga a actualizar los salarios y demás rentas sin, necesariamente, ello obedecer a un incremento de la productividad, etc.

Por todo ello el SEBC no persigue un objetivo de inflación moderada: persigue estabilidad, es decir, incrementos interanuales del índice armonizado de precios al consumo (HICP) para el conjunto del área de por debajo del 2% en una perspectiva a medio plazo y sin caer, en el otro extremo, en la deflación, es decir, en un descenso general y sostenido del nivel de precios, tan distorsionador como la propia inflación. Como dijo expresivamente Ludwig von Mises, pretender corregir una inflación con una deflación sería como pretender corregir un atropello dando marcha atrás y pasando otra vez por encima del atropellado.

La estabilidad no sólo es una cuestión de eficiencia económica sino también de justicia social. La inflación merma injustamente las rentas y el patrimonio de las personas. Distorsiona los mecanismos públicos de redistribución, como la progresividad fiscal. Desalienta el ahorro porque reduce el poder adquisitivo del dinero. Perjudica especialmente a los agentes económicos más débiles y con menos posibilidades de defenderse de sus efectos a través de la colocación de los ahorros en países y monedas estables o en actividades especulativas. Eleva los tipos nominales de interés – que son un precio más, el del dinero – por lo que perjudica a quienes requieren financiación ajena para el consumo duradero o la inversión. Desalienta la inversión productiva y fomenta la mera especulación. A la larga, perjudica el crecimiento económico y el empleo. Así de extensa es la lista de efectos negativos de la inflación, desde la perspectiva de la justicia social.

Frente a esta relación de perjuicios que la inflación causa en lo económico y en lo social, lo cierto es que no se pueden presentar ventajas derivadas de un escenario inflacionista. En particular, la idea extendida a partir de la llamada Curva de Phillips, herencia del keynesianismo, de que la inflación fomenta el empleo debe desecharse a medio y largo plazo. La mejor contribución que el Eurosistema, como cualquier otro banco central, puede hacer en favor del crecimiento económico y del empleo es, precisamente, ofrecer un marco de estabilidad monetaria.

Es ilustrativo considerar algunas de las razones por las que el BCE cumple con su objetivo principal de estabilidad de precios. Una primera razón obvia por la que se consigue un objetivo es porque se dispone de una estrategia adecuada, entendiendo por estrategia el modelo básico que sirve de guía para la toma de decisiones. Una segunda explicación que está detrás de la estabilidad de precios del BCE tiene que ver con las reglas de juego que se han establecido en Europa en el campo monetario, particularmente el principio de independencia del banco central. Un tercer factor clave del éxito es disponer de buena información estadística.

IV. LA ESTRATEGIA DE POLÍTICA MONETARIA DEL BCE

Para hacer buena política económica es preciso tener una buena estrategia, es decir, un sistema que especifique las relaciones entre las variables relevantes para la toma de decisiones con la finalidad de poner de manifiesto los criterios de decisión, poder adoptar decisiones coherentes, permitir valorar desde el exterior el grado de acierto de dichas decisiones y, en cierto modo, poder anticipar y, por tanto, prepararse para decisiones futuras. En pocas palabras la estrategia de política monetaria permite tomar decisiones coherentes, explicarlas, justificarlas y hasta predecirlas, es decir, permite enhebrar los principios de eficiencia, transparencia y rendición de cuentas a los que antes me he referido.

La sencillez o complejidad de una estrategia de política monetaria es inseparable de la sencillez o complejidad de la decisión que se debe adoptar. En general, las decisiones de política monetaria son siempre complicadas dada la incertidumbre y complejidad de la realidad económica. Ello es aún más cierto en el caso del Eurosistema, dado el tamaño, la diversidad y el carácter supranacional de la jurisdicción del BCE. Por todo ello y a diferencia de otros bancos centrales, la estrategia de política monetaria del BCE no es sencilla, no puede estar basada en reglas sencillas como la de Friedman o la de Taylor. En el BCE tomamos decisiones de política monetaria sobre la base de un análisis económico y de un análisis monetario tras cruzar la información proveniente de ambas fuentes.

En el BCE pensamos que las condiciones generales de liquidez del sistema, es decir, la evolución de la cantidad de dinero en sus distintas definiciones, del crédito bancario, etc. es relevante para tomar decisiones encaminadas al objetivo de la estabilidad de precios. Al fin y al cabo, la inflación es a medio plazo un fenómeno monetario y de ahí la importancia del seguimiento de las condiciones monetarias. Por supuesto "seguir" no significa "elegir como objetivo", lo que nos diferencia de una práctica que en el pasado siguieron algunos bancos centrales del Eurosistema y particularmente el Bundesbank.

Aunque somos, por supuesto, respetuosos con las prácticas que siguen otros bancos centrales pensamos que en nuestro caso una estrategia basada simplemente en objetivos de inflación no sería apropiada. Usamos, desde luego, proyecciones macroeconómicas que incluyen proyecciones de inflación. Pero nuestra estrategia no incluye una "función de reacción" directamente ligada a las diferencias observables entre las proyecciones de inflación y el objetivo de inflación. Como he dicho antes, la política monetaria es complicada y a veces tras unas proyecciones de inflación que arrojan resultados satisfactorios subyacen riesgos para la estabilidad monetaria o financiera que sólo con un análisis más sofisticado se pueden prevenir.

V. INDEPENDENCIA DEL BCE

Decía antes que la responsabilidad de un banco central es la defensa de la moneda. Vds. se preguntarán: ¿de qué o de quién debe una moneda ser defendida? La respuesta es clara: una moneda debe ser defendida de la tentación inflacionista, de un abuso del poder monetario.

Toda sociedad puede ser contemplada como un entramado de poderes (el poder político, el poder empresarial, el poder militar, el poder religioso, el poder cultural, el poder tributario, el poder judicial, el poder mediático, etc.) que constituyen unas fuerzas en equilibrio dinámico. Una de estas fuerzas, uno de estos poderes, el monetario, del que en ocasiones los Gobiernos nacionales han abusado, ha experimentado en Europa un cambio radical desde los últimos años del siglo XX y lo ha hecho en línea con las tesis liberales que impregnan, a este respecto, el Tratado de Maastricht.

El orden monetario liberal ideal se asentaría – y hablo en condicional porque pienso que es irrealizable – en un trípode cuyos tres pies tienen en común el prefijo "des": despolitización del dinero, desnacionalización del dinero y desmonopolización del dinero. No saquemos punta precipitadamente al sentido de carencia o negación implícito en el prefijo "des": las mismas ideas podrían expresarse, con aproximado significado y razonable corrección, en sentido positivo: independencia del dinero, supranacionalización del dinero y competición del dinero.

Con la firma del Tratado de Maastricht ha cristalizado la aceptación de dos de aquellos ideales monetarios: la despolitización del dinero, a través de la concesión de independencia a los bancos centrales nacionales y la desnacionalización del dinero, a través de su supranacionalización en el euro y el inicio de la política monetaria común europea. El tercer ideal, la desmonopolización del dinero, entendida como su privatización, creo que no funcionaría en la práctica y entendida como circulación paralela en un mismo espacio de diferentes monedas nacionales monopolizadas, pienso que traería más inconvenientes prácticos que ventajas.

Centremos nuestra atención en la despolitización del dinero a través de la concesión de independencia a los bancos centrales, cuestión que ya he tratado anteriormente. La independencia es como un poliedro que tiene varios planos. Primero el plano funcional, del que se derivan una serie de normas importantes como es la prohibición de financiación a organismos públicos y la prohibición por parte de los gobiernos de asumir responsabilidades en relación con la Deuda de otras instituciones públicas. La independencia también tiene que ver con el régimen de los órganos de gobierno del BCE o de los BCN y, concretamente, la necesidad de estabilidad de los mandatos, que es fundamental. Y la independencia tiene también, naturalmente, un plano personal. Las personas que toman decisiones en los bancos centrales tienen que ser políticamente independientes, tienen que ser independientes con respecto a grupos e intereses económicos y, en el caso del BCE, tienen que ser independientes de las respectivas posiciones nacionales. La independencia, por supuesto, es una vía de doble sentido: los políticos no tienen que interferir en las decisiones de los bancos centrales, pero los bancos centrales no deben inmiscuirse en asuntos políticos.

VI. ESTABILIDAD PRESUPUESTARIA A MEDIO PLAZO

El mantenimiento de un marco de estabilidad presupuestaria a medio plazo contribuye decisivamente al éxito de la política monetaria. Por marco de estabilidad presupuestaria a medio plazo debe entenderse la aplicación de una política fiscal que evite déficits excesivos en la fase contractiva del ciclo económico y que permita que los déficits se compensen con superávits en la fase expansiva del ciclo económico. En otras palabras, la estabilidad presupuestaria a medio plazo implica que el déficit estructural de las cuentas públicas debe tender a eliminarse y que sólo los factores cíclicos deben determinar en cada momento la magnitud del saldo presupuestario. Una política fiscal que siga dicha orientación tenderá a mantener el nivel de deuda pública controlado y no se generarán expectaciones ni de inflación futura ni de futuros aumentos de impuestos. Más déficit y más deuda pública hoy significan más inflación o más impuestos en el futuro. Si la necesidad de endeudamiento del sector público es limitada, no se producen tensiones significativas sobre los tipos de interés de los mercados financieros, cuyo nivel sólo dependerá así del tono de la política monetaria practicada. No hace falta decir que dichas tensiones en los tipos de interés pueden afectar negativamente al crecimiento económico.

En la Unión Monetaria Europea el marco de estabilidad presupuestaria a medio plazo se ha formalizado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que limita la magnitud del déficit público al 3% del PIB, salvo en circunstancias especiales. Por las razones indicadas, cumplir con el PEC es importante para la política monetaria. En todo caso, aun en el supuesto de que el PEC no se hubiera firmado, todos los países deberían comprometerse a mantener un marco de estabilidad presupuestaria a medio plazo en beneficio de la estabilidad de precios y del crecimiento económico. La creencia de que los déficits públicos promueven el crecimiento económico debe desecharse definitivamente: se trata de un impulso inicial que acaba cesando e incluso volviéndose en contra a medio y a largo plazo, debido – como ha concluido la literatura económica de forma casi unánime – a la necesidad de aumentar los impuestos o a realizar una política monetaria excesivamente expansiva.

VII. INFORMACIÓN ESTADÍSTICA

Para que una política monetaria pueda considerarse exitosa no basta con tener claro el objetivo que debe perseguir – la estabilidad de precios –, no basta con aplicar una buena estrategia, ni basta con disponer de un marco institucional que la proteja de la tentación inflacionista, del abuso del poder monetario. Hacen falta, además, buenas estadísticas. La estrategia, el marco institucional son contenedores de la política monetaria. Pero de nada sirve un buen contenedor si no va acompañado de un buen contenido. ¿Para qué quiero una bonita copa de vino si no tengo un buen vino con que llenarla? Las estadísticas dan contenido a la política monetaria del BCE.

No les voy a aburrir con los detalles de los desarrollos estadísticos que estamos llevando a cabo en Europa tanto por parte de Eurostat como por parte del propio BCE. El único mensaje que quisiera dejar claro al respecto es que nada es más importante para la política económica que disponer de unas buenas estadísticas.

VIII. EL EURO

El destinatario último de la política monetaria del BCE encaminada prioritariamente a la estabilidad de precios es defender el valor de nuestra moneda, el euro. Permítanme que dedique ahora un tiempo a hablar del euro, que en poco tiempo ha conseguido ser con el dólar americano – y no "contra" el dólar americano – la gran moneda de la economía internacional.

Al término del 2002, según datos del Fondo Monetario Internacional, un 18,7% del total de reservas oficiales de divisas estaban en activos denominados en euros. En 1999, cuando se creó el euro, el porcentaje era del 12,7%, lo que significa que en sólo tres años la participación del euro en las reservas oficiales de divisas ha aumentado en seis puntos porcentuales, equivalentes a cerca de un 50%. La mitad, aproximadamente, de las transacciones en bienes y servicios que los residentes en la eurozona realizan con no residentes están facturadas en euros. Unos cincuenta países en todo el mundo, situados básicamente en el este de Europa y en Africa, utilizan al euro como moneda de referencia en sus políticas de tipo de cambio, desde la pura euroización hasta flotaciones más o menos controladas en las que el euro juega un papel de referencia sin olvidar la fórmula de las cajas de conversión o "currency boards". No es exagerado afirmar que la City de Londres es un reducto del euro, aunque la libra esterlina siga siendo la moneda oficial del Reino Unido. Cada vez más el euro es utilizado por los prestatarios en sus emisiones de activos para captar financiación internacional, lo que permite a los tesoreros e inversores financieros en general colocar sus excedentes en euros, diversificando de esta manera el riesgo de tipo de cambio. Desde que el euro circula en forma de numerario, lo que no sucedió hasta el año pasado, tenemos evidencia de que los billetes se usan fuera de la Unión Monetaria como depósito de valor por los agentes económicos.

Sé perfectamente que Latinoamérica es una región económica dolarizada y no pretendo con mis palabras hacer proselitismo en favor del euro. De hecho, la posición oficial del BCE en cuanto al uso internacional del euro es de neutralidad, si bien neutralidad no implica indiferencia. Como he dicho antes, el euro quiere ser y es una gran moneda internacional con el dólar y no contra el dólar. Lo único que he pretendido con mis palabras es recordarles que a unos pocos miles de kilómetros hacia el este ha surgido y está ganando importancia una realidad monetaria basada en una moneda estable y sólida que goza de la confianza de no sólo los 300 millones de habitantes europeos que tienen al euro como moneda propia, sino también de muchos otros ahorradores e inversores de otros países.

IX. CONCLUSIÓN

Quiero terminar mi ponencia indicando tres puntos muy concretos que pueden resultar de interés a los expertos y al público latinoamericano.

El primero de ellos es que en una unión monetaria, el establecimiento de una moneda única común a varios países, debe ser la culminación de un proceso de integración económica y no su punto de partida. Sólo después de haber desarrollado estrechos vínculos comerciales, económicos y financieros y tras una necesaria armonización institucional es factible plantearse una integración económica. La moneda única viene a ser como el tejado de la casa común y es bien sabido que las casas no pueden empezar a construirse desde el tejado.

El segundo punto que deseo mencionar es que un proceso de integración económica que culmine con una moneda única es largo y laborioso y, desde luego, sujeto a riesgos y retrocesos. Se considera que el proceso de integración europea se inició exactamente el 9 de mayo de 1950, día de la Declaración de Schuman, día de Europa. Desde entonces ha pasado más de medio siglo.

Finalmente, quiero indicar que los proyectos de arquitectura económica y monetaria no son intercambiables. Siempre se puede, por supuesto, aprender de las experiencias ajenas pero sin perder de vista que Latinoamérica y Europa son realidades económicas y sociales distintas. Los procesos de integración económica latinoamericana deben realizarse teniendo en cuenta las características y circunstancias propias de la región y no copiando modelos de fuera que podrían no resultar adecuados. Latinoamérica y Europa tienen ante sí un futuro prometedor que cada una deberá realizar a su manera.

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