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Entrevista con Cinco Días

10 de septiembre de 2014

Entrevista de Benoît Cœuré, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, realizada para Cinco Días, por Bernardo de Miguel, y publicada el 10 de septiembre de 2014.

Pregunta. Las previsiones del BCE auguran menos crecimiento y menos inflación. ¿Tienen algo más en la recámara por si fallan las medidas aprobadas hasta ahora?

Respuesta. El jueves se tomaron nuevas medidas y no puedo especular sobre qué se puede hacer en el futuro. Las proyecciones de los expertos del BCE para 2014 y 2015 se han revisado a la baja, tanto en crecimiento como en inflación y el Consejo de Gobierno también ve que los riesgos para el crecimiento son a la baja. El crecimiento ha perdido impulso en el segundo trimestre y queremos evitar que esa debilidad alimente una caída de la inversión y desencadene un círculo vicioso. Además, hemos visto recientemente un cambio en las expectativas de inflación, que se han alejado más del 2%.

P. ¿No es un poco tarde para darse cuenta de eso, después de un año con una inflación por debajo del 1%?

R. Tenemos que decidir en base a datos. Y hasta el verano, había expectativas de que el crecimiento en la zona euro se estaba acelerando. Después llegaron otros datos más preocupantes que mostraban que existía el riesgo de perder impulso.

P. Aun así, las medidas no se han aprobado por unanimidad de los 24 miembros del Consejo. ¿Quién votó en contra?

R. No comentamos al respecto. Ya sabe que a partir de enero empezaremos a publicar las actas de nuestras reuniones. Pero incluso entonces se ha decidido no dar los detalles de la votación.

P. Para evitar que se interprete el voto en clave del país de origen de cada miembro del Consejo.

R. Personalmente, estaría a favor de que se publicaran todos los detalles, dado que los gobernadores son independientes y deben votar en interés de la zona del euro, pero entiendo que también hay muy buenos argumentos para no hacerlo.

P. ¿Puede producirse alguna dimisión en el Consejo como en 2010 y 2011 cuando se aprobaron los programas de compra de deuda pública?

R. Entonces, la zona euro estaba sometida a una gran presión debido a la gravedad de la crisis. Existía el riesgo de una ruptura del euro y el BCE afrontaba decisiones muy difíciles en este respecto. Hoy no estamos en una situación comparable. Tenemos un crecimiento bajo y una inflación baja y poco crédito. Son grandes retos, pero forman parte del debate de política monetaria normal. Y no veo grandes diferencias entre los gobernadores en el análisis de la situación. La discusión del jueves giró más sobre la conveniencia de esperar o no a tener más datos antes de reaccionar. Pero no veo grandes diferencias de fondo en este momento.

P. Draghi hizo una petición a los Gobiernos a favor de la expansión fiscal y las reformas que sonó casi como un ruego desesperado.

R. El discurso de Mario Draghi en Jackson Hole, en agosto, y las conclusiones del Consejo de Gobierno del pasado jueves, reflejan la gravedad de la situación. La zona euro afronta riesgos para el crecimiento de su economía de tal envergadura que hace falta utilizar todos los instrumentos disponibles para apoyar la economía. Y eso significa utilizar los instrumentos en el lado de la demanda y en el lado de la oferta. Por el lado de la demanda, está la política monetaria. Y lo anunciado por el BCE muestra que estamos comprometidos a actuar y que disponemos de instrumentos que estamos dispuestos a utilizar. También está la política fiscal, en aquellos países que tienen margen para que sea más expansiva. Pero lo más importante son las reformas estructurales porque sin ellas ninguna medida de oferta ni de demanda tendrá resultado.

P. ¿Ese mensaje va dirigido a Francia e Italia?

R. No estamos pidiendo nada a nadie en concreto. Aquí no hay toma y daca. El BCE es independiente y no entra en ese tipo de negociaciones. Hacemos lo que pensamos que debemos hacer y esperamos que los demás hagan lo que les corresponde. Solo estamos indicando las condiciones para que esta actuación sea efectiva. Por ejemplo, en nuestra opinión, los países que quieren flexibilidad en la aplicación del Pacto de Estabilidad deben anunciar antes reformas, porque la flexibilidad es inútil si no viene respaldada por reformas. La política fiscal debe ser utilizada para apoyar la demanda agregada. Pero y, es un pero importante, dentro del marco del Pacto de Estabilidad. El Pacto genera confianza. Y violarlo o estirarlo hasta que no sea creíble perjudicaría la confianza y, al final, sería contraproducente para el crecimiento. O sea, flexibilidad pero sin dañar la credibilidad de las normas.

P. Alemania no parece compartir esa necesidad de impulso fiscal.

R. Nuestras medidas serán mucho más eficaces si vemos reformas estructurales y una posición fiscal apropiada a nivel de la zona euro. Eso debe discutirse y evaluarse a nivel de la zona euro. Y es normal que el BCE lo diga, porque monitoriza la situación del conjunto de la zona euro y tiene interés en su estabilidad y crecimiento.

P. Sus medidas están inundando de liquidez el mercado. Pero difícilmente habrá demanda de crédito si no hay empleo o si el empleo es con salarios de los años 1980.

R. La gente acabará teniendo trabajo si las empresas fabrican buenos productos y ofrecen buenos servicios y hay clientes para comprarlos. La política monetaria puede ayudar proporcionando liquidez suficiente y dirigiendo esa liquidez hacia donde sea más necesaria. Ese es el objetivo de las medidas adoptadas en junio, con las TLTRO, y de las anunciadas el jueves, con el programa de compra de activos del sector privado. Queremos que la liquidez sea suficientemente amplia y que el balance del BCE vuelva a los niveles anteriores [nota del editor: hasta tres billones de euros desde dos billones de euros en la actualidad]. Y hacerlo de manera que sea útil para la economía. Por eso no es una expansión cuantitativa [QE o Quantitative easing], sino que está condicionado y destinado a facilitar el flujo del crédito. En cierto modo, lo describiría como una expansión cualitativa y no cuantitativa. De todos modos, no debemos caer en un debate sobre terminología. En el BCE no creemos en divinas palabras, sean QE u otras. Lo que queremos es diseñar una política monetaria que sea efectiva en la coyuntura actual y para la estructura económica de Europa. Por eso la expansión monetaria del BCE es inevitablemente diferente de lo que se ha hecho en EE UU o en Reino Unido. Estamos en otro momento y las estructuras económicas son muy diferentes. De hecho, no podemos extraer demasiadas lecciones de lo que han hecho otros bancos centrales porque nuestra situación es diferente.

P. ¿Se han marcado algún objetivo concreto de expansión de su balance?

R. No nos hemos fijado una cifra, porque haremos lo que sea útil para facilitar el crédito. Hemos anunciado un programa de compra de ABS y de bonos garantizados [covered bonds]. En función de su impacto en el crecimiento y la inflación, este programa se puede ampliar. El Consejo de Gobierno verificará la evolución, lo debatirá y tomará la decisión que considere apropiada.

P. Se les acusa de estar formando una burbuja, en particular de deuda pública.

R. Es cierto que estamos en un momento de enorme liquidez, a nivel mundial en general y, en particular, de la zona euro. Y con primas de riesgo muy bajas en toda clase de activos, no solo en deuda pública. Eso requiere mucha vigilancia, por parte de los inversores y de las autoridades para evitar que provoque una asunción excesiva de riesgos. Y va a ser muy importante la vigilancia macroeconómica porque en los próximos años la liquidez va a seguir siendo muy abundante. Para lograrlo, los instrumentos macroprudenciales deberían emplearse en toda su extensión.

P. España está emitiendo bonos con tipos de interés bajo mínimos, pero su deuda roza el 100% del PIB y dentro de 10 años deberá hacer frente a vencimientos enormes. ¿Qué pasará entonces?

R. No es ningún misterio: la sostenibilidad de la deuda depende de una política fiscal saneada y España está camino de lograrla. Se tarda, pero España ya ha hecho grandes progresos en la reducción del déficit. La tarea no ha concluido y debe continuar hasta llegar al equilibro. La sostenibilidad de la deuda requiere también tener un crecimiento importante del PIB nominal. La contribución del BCE es hacer que la inflación vuelva a situarse en un nivel inferior, aunque próximo, al 2% en el conjunto de la zona del euro, como dice nuestro mandato. Pero a largo plazo, lo más importante es el crecimiento real y eso solo se consigue aumentado la productividad. De modo que la única manera de garantizar la sostenibilidad de la deuda es elevar la productividad, invertir y aumentar la tasa de actividad, y esto implica reformas estructurales.

P. Esos factores no están. Apenas hay crecimiento, ni inversión ni empleo.

R. Soy consciente de que la situación continúa siendo muy difícil en España y de que los españoles han sufrido mucho en el proceso de reducir los desequilibrios y aplicar las reformas. Pero pueden estar seguros de que España ha pasado página y de que las perspectivas vuelven a ser positivas. Eso animará a las empresas a invertir y a contratar de nuevo, no solo a las españolas sino también a las extranjeras. En cierto modo, España puede ser un ejemplo no solo para otros países que han sido golpeados por la crisis sino también para otros países grandes del núcleo duro de la UE que no han sido tan activos en reformar sus economías. España es un ejemplo de que, a través de las reformas, se pueden corregir los desequilibrios y salir del bache.

P. ¿Qué reformas urgen?

R. Depende del país. La Comisión Europea ya ha emitido recomendaciones específicas para cada país. Lo preocupante, como reconoce la Comisión, es que esas recomendaciones no se suelen cumplir casi nunca. Sería deseable que los países se las tomaran en serio y se sintieran comprometidos de forma colectiva. En el caso de España, mi opinión personal es que queda mucho por hacer para apoyar a los jóvenes y ayudarles a encontrar trabajo. Ellos son el futuro.

P. ¿Estaría a favor de los contratos vinculantes que propone la canciller Angela Merkel?

R. Los contratos son una forma de hacerlo. Pero, a título personal, pienso que es mejor mantenerse dentro del marco comunitario. Debe ser una discusión multilateral y no bilateral entre la Comisión y cada Estado miembro. Debería haber una soberanía compartida en materia de reformas estructurales porque hay un interés común.

P. Los tests de estrés están a punto de concluir. ¿Cabe esperar muchos suspensos o alguna sorpresa?

R. Estamos verificando los resultados, que estarán disponibles en la segunda mitad de octubre, así que no puedo comentarlos.

P. ¿Serán creíbles los tests después de lo ocurrido con el Banco Espirito Santo en Portugal? Se hundió a pesar de que ustedes y el resto de la troika han estado los tres últimos años vigilando a Lisboa.

R. En el caso del BES parece claro que se ocultó información al supervisor, que no era el BCE sino el Banco de Portugal. El BCE, la CE y el FMI estaban en Lisboa para analizar la estabilidad financiera y los resultados macroeconómicos. El BCE no tenía ni los instrumentos ni el mandato para verificar el estado de los bancos, porque ese era el papel del supervisor nacional. Pero acepto que el caso del BES nos recuerda que subsisten riesgos sin aflorar en el sector bancario europeo y estoy convencido de que el Mecanismo Único de Supervisión será capaz de escrutar en profundidad la salud de las entidades.

P. ¿Puede repetirse en otros países un caso como el del BES?

R. Siempre puede ocurrir. La banca conlleva riesgos y esos riesgos son inherentes a su actividad. De modo que la única respuesta es que exista un marco de gestión robusto en cada banco y a nivel europeo, y disponer de instrumentos como el Mecanismo de Supervisión o el de Resolución, a los que se podrá recurrir en caso de crisis.

P. Algunos analistas comparan la situación de la zona euro con Japón.

R. Me imagino que se refieren al Japón de los años 1990, no al de hoy. Entonces, el Banco de Japón no tenía ni por asomo una política tan expansiva como la nuestra; no tenía una definición de estabilidad de precios para anclar la inflación, que nosotros sí tenemos. Y el planteamiento sobre el sector financiero era distinto, porque nosotros tenemos la unión bancaria, las normas de resolución, los tests de estrés, etc. Por decirlo claramente, los supervisores europeos, en particular el BCE, no van a permitir que los bancos europeos se conviertan en bancos zombis que prestan a empresas zombis, como se dijo en el caso de Japón en la década de los noventa.

P. Usted se ha reunido con Syriza, un partido que aspira al poder en Grecia. ¿Cómo valora esa alternativa?

R. Prefiero no comentar la situación política de Grecia. Creo, eso sí, que la aparición de protestas en los países con programas [de la troika] es el reflejo de los enormes esfuerzos que se han pedido a la población. Estamos en democracia y, por tanto, la gente tiene derecho a expresar sus quejas. Pero se trata también de un aviso a los dirigentes de que cuando se reforma una economía resulta clave la distribución de la carga y del esfuerzo. Ese reparto es esencial desde el punto de vista de la eficiencia económica y de la sostenibilidad política de las reformas. Las protestas sociales están ahí para recordarnos que no se puede reformar una economía cargando todo el esfuerzo en los trabajadores y en las partes más frágiles de la población.

P. ¿Puede sobrevivir el euro sin una mutualización de la deuda?

R. El debate sobre el futuro del euro no debe girar en torno a los instrumentos, como la mutualización. En mi opinión, esto sería invertir los términos. La cuestión a debatir es hasta dónde debemos compartir riesgo y soberanía para hacer sostenible la unión monetaria. Desde el comienzo de la crisis hemos avanzado mucho en la creación de varios instrumentos que establecen una solidaridad efectiva dentro de la zona euro y también en una gobernanza que establece una responsabilidad a nivel nacional. El proceso no ha terminado. Para que el euro sea sostenible hará falta un marco reforzado, en particular, en relación con las reformas estructurales, donde necesitamos un mecanismo de decisión fuerte y compartido. La unión fiscal es parte de ese debate, pero solo se podrá plantear cuando haya un grado de homogeneidad suficiente entre los países y cuando el mecanismo de responsabilidad política esté disponible. La unión fiscal sin control democrático no es posible, es incompatible con la democracia. De modo que el tema llegará, pero más adelante.

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